SEMI-ENSAYO - REFLEXIÓN NALÍSTICA

Por naturaleza, el ser humano desde el nacimiento es un organismo dependiente de un otro. Necesita de alguien que venga en su auxilio, que le provea lo necesario para (sobre)vivir. Y esta necesidad, a decir verdad, se mantiene hasta el último día de vida. No existe superhombre que pueda valerse de sí mismo y nada más que de sí mismo para subsistir como ser. Ni existirá jamás.
A su vez, el humano carece de medios eficaces de comunicación interpersonal. Lo más eficaz es la palabra hablada, y esta se encuentra muy lejos de la perfección. No hay que olvidar la habilidad adquirida respecto a trampas y engaños (¿naturaleza humana?) posibles de efectuar al utilizar la paalabra, lo cuál lleva a una necesidad de cierto grado de desconfianza al ser un oyente. Además, habría que sumarle el factor del poco tiempo que la sociedad actual le deja a la comunicación tranquila y distendida.
Entonces, y en consecuencia, toda persona tiene como destino natural y/o biológico la condena a vivir en confusión, producto de necesitar a un otro y no poder informárselo.
Pero he allí la cuestión, como dije, es el destino natural-biológico (animal si se quiere). El hombre, en todo su esplendor y en toda su decadencia, ha alcanzado su propia naturaleza, su propia lógica, alejada de toda otra lógica animal. El humano tiene razón, tiene conciencia, y con estás tiene la chance de optar por: o responder al mandato de la madre naturaleza y vivir su condena a la confusión, o usar toda su capacidad, inherentemente humana, de crearse destinos alternos (no sé si mejores o peores, si diferentes) y extenuarse en esfuerzos en pos de integrarse con un otro.
A mi juicio, el hombre, predestinado naturalmente a la soledad y su consecuente extinción, debe poner sus energías, paciencias, voluntades y claridades, en lograr una interrelación armónica para mejorar la sociedad, o al menos parte de ella.
La persona tiene que buscar facilitar así su existencia. Si es que quiere seguir existiendo, claro está.